Gabo y Úrsula Iguarán murieron en jueves santo

Uno de los grandes protagonistas de Pseudónima, el autor colombiano Gabriel García Márquez, murió el jueves santo del año 2014. Probablemente, como muchas de las historias de sus obras, lo tenía planeado, pues Úrsula Iguarán murió también en jueves santo de un año indeterminado. 

¿Pero quién es Úrsula Iguarán?

Úrsula Iguarán es la vértebra que sostiene a la familia Buendía y el universo creado en Cien años de soledad. Resulta curioso que entre tantas generaciones de hombres que van y vienen, se enamoran y se desenamoran, siente atracción por sus primas y sus madres, tienen ideas disparatadas y mueren poniéndolas en práctica…, el soporte sea una mujer.

Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán. Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca.

Ella es la voz de la razón, la gestora económica, la que vela por el bienestar de todos, la que consigue que la familia prospere; una mujer omnipresente y omnipotente. Fue madre de José Arcadio, Aureliano y Amaranta Buendía; y, además, acogió a Rebeca, la hija de unos primos a los que no recuerda y que llega a Macondo con los huesos de sus padres en una alforja. Úrsula Iguarán, que vivió aproximadamente 120 años, es testigo del paso de todas las generaciones de los Buendía por la Tierra; cuando muere su hijo José Arcadio, un reguero de sangre atraviesa Macondo hasta el lugar en el que está su madre, que lo está esperando.

Sobre ella, pues, recaen los cimientos de su casa y también los de Macondo; mientras ella vive, la vida en ambos lugares sigue su curso. También es ella la que decide, cada vez que considera que su hogar necesita vida, reformarlo. Cuando ella muere, comienza el derrumbe.

Amaneció muerta el jueves santo. La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los ciento quince y los ciento veintidós años. La enterraron en una cajita que era apenas más grande que la canastilla en que fue llevado Aureliano, y muy poca gente asistió al entierro, en parte porque no eran muchos quienes se acordaban de ella, y en parte porque ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios.

Cien años de soledad

La obra más aplaudida de Gabo cuenta la historia de una familia y de la creación de un mundo imaginario desde su principio hasta su final. Si aún no la has leído, tienes una gran oportunidad durante estos días de confinamiento. En sus líneas, lo increíble al lado de cotidiano parece mundano. Será cosa de la alquimia del gitano Melquíades, que llegó a Macondo en una alfombra voladora.

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